lunes, 14 de enero de 2008

La Tierra de Erasmus



Una pequeña ciudad ubicada a cincuenta kilómetros de la costa del Atlántico donde el pronóstico del tiempo suele ser casi siempre el mismo: lluvia; alberga múltiples historias de nacionalidades distintas bajo una constante peregrinación. Aquí donde el invierno es más largo y frío, donde se come buen marisco, se bebe vino y cerveza, sin más motivo que el de sentirse vivo, donde la gente habla de manera singular, siente y piensa de igual forma.

La juventud que sale a las calles de noche y regresa a casa cuando llega el sol, una juventud que se desborda y alborota creando su propio festival. Es esta la Tierra de Erasmus, un joven que llega de un país lejano para vivir aquello que soñó, que pensó e incluso lo que no pensó.

Erasmus vive en un primer piso donde convive con dos chicas, una cocina pasta mientras la otra, tortilla de patata; ellas llegaron al igual que él, sólo por un corto periodo de tiempo, no recuerdan exactamente cómo, cuándo o porqué llegaron, al igual que tampoco saben cómo, ni cuándo partirán.

Los tres forman parte ya de esa juventud que fluye por las calles de manera continua, de esa juventud con motivos afines pero sin claros fines. Todas sus amistades comparten historias similares, vienen de otras tierras, donde se habla otro idioma, donde tienen familia y amigos, y han llegado a la Tierra de Erasmus para prepararse, divertirse y muchas veces olvidarse, y en otras tantas, confundirse aún más.

Erasmus, semana a semana conoce gente distinta y convive con un gran grupo de extranjeros, todos muy amigables pero curiosamente todos también, viven un paréntesis en sus vidas, extrañan lo que vivían, piensan en volver, pero mientras eso ocurre, se arraigan cada vez más a esta tierra, donde han aprendido a vivir y convivir de manera distinta con gente con la que aparentemente lo único que no tienen en común es el lugar de origen.

Así, van transcurriendo los meses y todos ellos se envuelven en una dinámica casi familiar, tan familiar como surrealista, pues así como se agregan miembros a la comunidad, de igual forma desaparecen. –y después todo se olvida y todo pasa, y forma parte de un estilo de vida donde lo único constante es “el aquí y el ahora”, del “mañana te veo”, pero si no te veo, no me sorprenderé, pues cuando llegué no estabas y cuando me vaya no estarás-, pensaba Erasmus cada vez que conocía a alguien y lo saludaba con el típico “¡Hola, qué tal! ¿Tú de dónde vienes?”.

Y es que en la Tierra de Erasmus la gente vive de noche, de noche se conoce, se desconoce, se enamora o se demora. Esta tierra es particularmente conocida por ser el destino de muchos peregrinos que llegan desde tierras donde la gente se comunica en francés. Sin embargo, es curioso, que aquí se identifique como peregrinos sólo a aquellos que visten de color café y se distinguen por portar un bastón y una concha, cuando la realidad es que la gran mayoría de los jóvenes que aquí viven, también son peregrinos, tal como lo son Erasmus, sus dos compañeras y el resto de sus amigos, todos vienen de otros lugares, vienen sólo por un tiempo determinado, y pronto, muy pronto se irán.

Aquí la lluvia no sólo moja, pinta paisajes, días y destinos distintos, de gente diversa, de jóvenes que vienen y van, que viven en la calle y que viven de noche. Es esta la Tierra de Erasmus, quizá nunca pensaste estar aquí, y está bien, porque quizá nunca viniste, quizá sea ésta sólo una historia más que escuchaste contar a alguien que vino y se fue, a un peregrino difícil de reconocer entre la multitud que va de un lado a otro, que se disfraza en carnaval, pero que se disfraza también cuando está con gente que como él, aquí no tiene pasado, sólo vive su propio paréntesis, ese paréntesis de puntos suspensivos (…) y nunca más sus-pen-si-vos han sido esos puntos como lo son aquí.

Pues en ninguna otra tierra, como en ésta, el destino no se ve, la lluvia cae sobre tus hombros y te sorprende cada día con una gota que te cuenta una historia distinta. Y cuando el sol sale, todo se aclara, todo se seca y el cielo azul cambia el panorama, o quizá también, sólo lo disfraza…ya el tiempo lo dirá, porque hoy…es carnaval, es la Tierra de Erasmus…y es lo que hay.


ANEXO:
El programa ERASMUS (abreviatura inglesa de European Community Action Scheme for the Mobility of University Students, Plan de Acción de la Comunidad Europea para la Movilidad de Estudiantes Universitarios) fue creado en
1987 y forma una parte importante del programa de la Unión Europea. Su nombre le fue dado en honor al filósofo, teólogo y humanista Erasmo de Rotterdam (1465-1536).
Santiago de Compostela. Durante los meses de invierno, sus calles se llenan con más de 35.000 estudiantes matriculados en distintas Facultades de una Universidad que ha cumplido ya 500 años de antigüedad. Los estudiantes en pocos días se adaptan a esta pequeña pero gran ciudad universitaria, que posee una animada vida nocturna, llegando a convertirse en parte de ella. Este ambiente se prolonga durante el verano enriqueciéndose entonces con la llegada de peregrinos, turistas y gente de todas las nacionalidades.